Este apartado es auténticamente vuestro. Nos embarga una gran ilusión al ver cómo las mariposas siguen volando, más allá de territorios y fronteras, a través de las imágenes. Pero además, también recibimos opiniones de lectores que nos hacen ver que Manuel y sus mariposas siguen vivos y volando allá por donde van. Por eso hemos decidido crear esta sección para recopilar todas aquellas opiniones que hemos ido viendo y recibiendo por diferentes canales. Nos encanta ver que la Antorcha de los Locos está ardiendo con más fuerza que nunca y que se sigue pasando de mano en mano. Vuestra es, no dejéis que se apague.
Conservatorio de Música «Leandro Martínez Romero» (Caravaca de la Cruz)

“UN SER MARAVILLOSO 🦋
Hoy voy a contar una historia fascinante que yo mismo viví.
Esta historia va dirigida a todos los niños y niñas. A los que habitan cuerpos de niños, y a los que se esconden en algún lugar en los cuerpos de adultos, pues mucho me temo que las niñas y los niños la comprenderán mucho mejor.
Yo he tenido la increíble fortuna de conocer a un ser extraordinario. Extraordinario de los de verdad. De los que tienen increíbles superpoderes.
El ser maravilloso del que os hablo, se llama Manuel Montiel.
Es verdad que, en principio, parece un nombre de persona normal; no de superhéroe, pero no os dejéis engañar por las apariencias… A veces, lo esencial y fascinante, es invisible a los ojos.
Manuel también tenía ojos aparentemente normales; sonrisa aparentemente normal; cabeza, piernas, manos y dedos… Todo aparentemente normal. Pero nada en su persona era en realidad, ordinario o común.
Cualquiera que haya conocido un poquito a Manuel, se ha podido dar cuenta de alguno o varios de sus muchos superpoderes.
Yo os voy a hablar de alguno de ellos.
El primer superpoder que le descubrí a Manuel, cuando apenas éramos unos niños de 10 u 11 años, en un curso de violín, fue el que le permitía compartirse a sí mismo. Como lo oís, a sí mismo.
Cuando yo salía de casa, siendo tan pequeño, a veces tenía miedo, o echaba de menos a mi familia. Sin embargo, Manuel tenía el superpoder de detectar siempre cómo me sentía y como se sentían el resto de nuestros compañeros; tenía la cualidad de darse cuenta siempre, de quién necesitaba un abrazo, o un chiste o simplemente, una melodía.
Es el superpoder del compañerismo y la lealtad. El que le hacía ser siempre fiel. Manuel jamás traicionaba o engañaba a un amigo o a un compañero; y tampoco a sí mismo; a sus valores y principios. Y lo más fascinante, es que jamás se agotaba. Podía compartirse una y mil veces, con todos y todas, y jamás se acababa.
Pero éste no era el único superpoder que Manuel tenía.
Manuel tenía un superpoder que a todos nos asombraba. Manuel podía VOLAR. Os lo digo de verdad: Manuel volaba. Desplegaba unas alas maravillosas y recorría mundos y lugares desconocidos y misteriosos; extraordinarios y fascinantes, sólo accesibles a las personas que compartían sus prodigios.
Manuel tenía varias formas de alzar el vuelo. Lo hacía a través de las palabras y los versos que él mismo escribía, y lo hacía a través de la música que él mismo tocaba con su querido violín. 🎻
Hacía sonar su violín y Manuel volaba.
Es el superpoder de la sensibilidad. El que le hacía alcanzar lugares que nadie más puede conocer y comprender misterios que muy pocos pueden descifrar.
Además de todo eso, Manuel tenía dentro de su sonrisa la linterna más potente que podáis imaginar.
Cuando Manuel sonreía, y lo hacía cada día, conseguía iluminar los lugares más oscuros y tenebrosos. No había pozo que no pudiera alumbrar, o noche que no pudiera esclarecer.
También lo descubrí muy pronto. Una vez que me perdí en un lugar bastante oscuro. Tuve miedo y no conseguía hallar una salida, porque todo estaba en tinieblas. Sin embargo, en este preciso momento, Manuel vino y sonrió, e hizo luz, y gracias a él, encontré mi camino de vuelta.
Es el superpoder del optimismo y la alegría, viviendo cada día, como una celebración.
Otra cosa extraordinaria, de este ser extraordinario, es que era capaz de subir las montañas más altas y empinadas, incluso, a veces, cargando de los que no podían terminar la ruta.
Aún cuando estaba tremendamente cansado, siempre empujaba un poco más, siempre caminaba un poco más, siempre lo intentaba una vez más.
Manuel sabía muy bien que las cosas no se consiguen a la primera. Que es necesario hacerlas una y otra y otra y otra vez, para que salgan bien. Que lo importante es no rendirse nunca y seguir luchando hasta el final. Tanto lo sabía, que fue capaz de subir a la cima del universo. Sí, como lo oís, consiguió coronar el punto más alto que existe en todo el universo conocido.
Es el superpoder del esfuerzo y la perseverancia.
Uno de los superpoderes de Manuel que más tiempo me llevó descubrir, no podréis ni creerlo. Manuel tenía el superpoder de espantar monstruos. A los más feroces y terroríficos.
Con su sola presencia, todos los monstruos quedaban reducidos a ceniza; aniquilados. Huían despavoridos.
Como digo, esto lo descubrí recientemente. No se si alguna vez habéis oído hablar de los monstruos de la chepa. Son monstruos que a veces, se suben a tu espalda y, aunque queramos echarlos, se quedan ahí. Son molestos y fastidiosos; en ocasiones causan terror y muchas veces te hacen caminar cabizbajo.
Un día que caminaba con mi monstruo a cuestas, quedé con Manuel y, tras unos minutos y varias palabras, el monstruo se deshizo; se convirtió en humo; huyó para nunca más volver.
Es el superpoder del coraje, la entereza y el discernimiento. Manuel sabía muy bien que los monstruos se alimentan de nuestro miedo; así que él les plantaba cara con astucia y valentía, y los monstruos comprendían de inmediato, que nada más tenían que hacer.
Pero quizás, lo que más extraordinario hacía a Manuel, era el último de los superpoderes del que os voy a hablar.
A pesar de poder hacer todas estas cosas: A pesar de poder compartirse a sí mismo sin nunca acabarse, a pesar de poder volar y de tener una luz potente en su interior; a pesar de poder subir las montañas más altas y pese a su superpoder de espantar a los monstruos, Manuel no se sentía mejor que nadie; Manuel trataba a los demás siempre con respeto, admiración y cariño; nunca se vanagloriaba de sus poderes y, de hecho, jamás se los contaba a nadie. Sólo podías descubrirlos estando a su lado.
Es el superpoder de la humildad.
Todo lo que he contado y muchas cosas más, hacían de Manuel un ser extraordinario, un auténtico superhéroe que vino al mundo para salvarlo y que tantas veces lo salvó.
Algunos de nosotros tuvimos la fortuna de conocerlo, y que fuera parte de nuestra vida. Para todos aquéllos que no habéis tenido ese honor, tengo una buena noticia. Los superhéroes como él, aunque dejen este mundo, jamás se van del todo. Siguen presentes en las canciones y melodías, en los versos y las historias, y en la muesca en el corazón que han dejado en todos los que los hemos vivido.”
Texto de Raquel López Abellán
Aline

Gráficas La Paz: Segunda edición de “Las mariposas del recuerdo”, un sentido homenaje a Manuel Montiel

“En Gráficas la Paz tenemos la enorme fortuna de trabajar con un material único, muy distinto a lo que puede producir casi cualquier otra empresa industrial. Por supuesto, hablamos de los libros, unos cuantos centenares de hojas de papel encuadernadas en las que cada autor ha puesto sus ilusiones, sus sentimientos y, por supuesto, muchas horas de trabajo y sacrificio.
En estos días tenemos en nuestras manos un caso realmente excepcional que nos ha llegado hasta lo más hondo. Estamos trabajando con mucho mimo en la segunda edición de «Las mariposas del recuerdo», una fantástica obra escrita por el murciano Manuel Montiel. En el año 2015 tuvimos el honor de imprimir la primera edición de esta novela, que ahora ha cobrado una nueva dimensión tras la reciente muerte de su joven autor, profesor de violín en el conservatorio de Caravaca de la Cruz.
Tras la desaparición del autor, su familia ha querido rendirle el homenaje que se merece con la segunda edición de la novela. «Como familiares de Manuel, hemos querido mantener su sueño vivo lanzando una segunda edición de la novela, que ya está en marcha», explica la web creada sobre la figura y la obra literaria de Manuel Montiel, www.lasmariposasdelrecuerdo.com
Por ello, en estos días estamos ultimando todos los detalles de la segunda edición de una novela fantástica con más de 600 páginas y hermosas ilustraciones. Incluso hemos recibido en nuestras instalaciones la visita de familiares de Manuel Montiel, que pudieron conocer todo el proceso de fabricación de esta nueva edición del libro y conocer el progreso de los trabajos.
«Las mariposas del recuerdo», una excepcional obra literaria que permanecerá para siempre y que ahora servirá como homenaje a Manuel Montiel.”
Inma

Ana Vacas

Librería Corelia (Murcia)

Raspabook

José Alberto Saez de Haro

«Sin haber terminado de leer Las Mariposas del Recuerdo de Manuel Montiel, le comenté a su padre, Juan Montiel Vila, cómo se traslucía en algún pasaje el desenlace desgraciado de Manuel, pero una vez acabado lo puedo, a mi entender, aseverar en cuanto que esta obra se puede considerar una obra plena y completa. Un testamento del autor y, sobre todo, un tratado de ética, moral y valores humanos. Esta síntesis la hago desde una perspectiva global, ya que me parece que la conclusión de la lectura de un libro es su mensaje final, sin perjuicio del análisis de su contenido.
Las Mariposas de Manuel, que encontramos entre las páginas del libro de esta magnífica edición, como pequeñas marcapautas, nos van llevando por una serie de historias, a modo de diario, siguiendo las cuatro estaciones del año, recogidas de un viejo cuaderno con unas muy buenas ilustraciones dibujos, que un onírico Pájaro de Fuego va trayendo a la memoria y que el narrador de sueños nos va contando.
En la estructura del libro, aunque entremezcladas en las sucesivas hojas del diario, van apareciendo referencias a períodos de vida pasada, con sus valores, sueños, deseos, una época más presente que culmina con la metáfora de la revolución, y la visionaria de Megápolis, en donde vaticina una época nada deseable…
Hay un espacio recurrente, que no se cita pero aparece de manera implícita: Caravaca de la Cruz, con su emblemática Placeta del Santo, donde se encierran los gandules gigantes y cabezudos que acompañados del Tío de la Pita, en la fiesta de la Cruz, imprimen carácter a los niños caravaqueños como lo fue Manuel, y les marcan su primer signo de identidad. Pero en Caravaca de la Cruz también hay documentados restos de esa capa negra de la lluvia meteórica que dicen que contribuyó a la desaparición de los dinosaurios y a generar una nueva era. En Caravaca fueron apareciendo reconocidos escritores, y por citar a algunos de los últimos también fallecidos como Manuel, recordaré a Miguel Espinosa y Gregoria Javier.
Manuel debió ser, por lo que cuentan, y así lo trasluce en su obra, una persona de gran sensibilidad y de gran riqueza de valores humanos, amante de las artes, entre otras la música, y de ahí que a su narración se le pueda apreciar que va teniendo todo el desarrollo de una gran sinfonía, y sobre todo de la naturaleza: detalladas y poéticas descripciones del paisaje, las hojas del herbario, y esa relación del hombre con la Naturaleza que dibuja a través de la simbiosis que se produce en la descomposición del fallecido y su transmisión a la savia de los árboles hasta alcanzar su cima y poder contemplarla desde allí…
Las Mariposas de Manuel dan para profundizar mucho en su lectura y sacar muchas conclusiones, de ahí que lo defina al principio como un tratado de ética y moral. Puede ser de esos libros para releer.
Debemos agradecer a Manuel Montiel que nos dejara el legado de esta espléndida obra, y a Ana y su familia, y sentir que no podamos recibir ninguna más con su autoría. Por eso insisto en que debemos tenerla siempre a mano, y por supuesto, el que no la haya leído, deleitarse con su lectura y ponerse en comunión con Manuel, que desde las venas de cualquier frondoso árbol nos podrá estar contemplando, o acercársenos montado en el Pájaro de Fuego.»
Mª Ángeles

Pedro F. Almaida

Fernando

Francisco Rivero

“Quien me conoce, sabe que soy bastante particular.
Como particular es mi forma de despedirme de la gente querida. No soporto hacerlo en sitios lúgubres.
Permitirme que este año, el trabajo que vamos a sacar mañana a la calle vaya por MANOLO MONTIEL.
Le recuerdo en un tren de las 19:00 horas en Madrid con destino a nuestra Caravaca, violín a la espalda.
Reía, siempre lo hacía. Era humilde, sencillo y con un espíritu de los que me gustaría que estuviera plagado este dichoso mundo terrenal.
Me despido, nos despedimos con color, palabras y luz.
Creo que allá donde estés entenderás que este “hasta pronto” no es a destiempo. Es en el momento exacto para que todos sepan lo gran artista que fuiste y eres.
Manolo, amigo, vuela. Nunca dejes de volar.
Que somos sino mariposas que vuelan!”
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